1/10/10

3º - Héroe para oficinistas


■   Entre los escritores de novela negra (polis, detectives, comisarios, zorra-con-arma, agente secreto, y el periodista valiente) el aburrimiento llega al sofoco mareante: poli bueno incomprendido por su jefe, que le impide ser justo. Poli conoce zorra que se la acaba jugando a éste, porque es bueno. Él es bueno. Un poli requetebueno quiere el bien para el mundo. Un poli ayuda a los demás y lucha contra los malos. Los malos son el camello del barrio porque vende droga a los niños. Eso hace el poli bueno, luchar contra el camello quitándole lo que lleva encima, dándole unos cuantos puñetazos, llevándolo al calabozo unos días, y así soluciona el gigantesco problema de corrupción total que sufre el cuerpo de policía nacional. Quitándole al chico seis gramos de lo que sea, porque es malo.

Al poli bueno le faltan dos cojones para enfrentarse a todo su ministerio empezando por el ministro. Y decirles que el asunto de las drogas no lo solucionarán nunca, jamás. Que la violencia que acompaña a las drogas es causada precisamente por la ilegalidad.

Pero entonces se acabaría la novela. Y el poli bueno no se follaría a la zorra-con-arma, que es la base del capítulo, sino de la novela entera, sino de la literatura universal. El ansiado momento que la penetra a ella por detrás. Éxtasis de todos los millones de títulos que se han escrito y se escribirán expresamente dirigidos a los oficinistas cantamañanas cuya única aspiración en sus aburridas vidas es penetrar a una rubia por donde sea.


■   Sigo buscando algún personaje interesante entre la fauna de bienintencionados decadentes de las novelas. Ninguno. Me asalta la duda de si no sabré yo distinguir entre el bien y el mal. Me caen mejor los malos que los buenos. Estoy de los buenos hasta el gorro.

Cuando voy acabando una novela o una película y el arcángel de turno se dispone a apresar a los ladrones, y sé que quedan diez minutos o quince páginas de relato, siempre espero que ocurra un milagro en el último momento que salve a los cacos, se larguen con el dinero y sin un rasguño.

Esa es la novela que acabaré escribiendo. Cuando me vengan las ganas. Cuando, por fin, encuentre las fuerzas necesarias para escribir. Así es como la narraré, en beneficio de los asaltabancos, ladrones de joyas, traficantes de armas y drogas. A los falsificadores de cheques brindaré toda una trilogía.


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