20/10/10

19º - ¡Bingo!

■■   Tengo una llamada perdida de la editorial. Eso significa malas noticias o muy buenas, no hay término medio. Si les ha gustado el comienzo, bien, si me vienen con cualquier excusa del tipo: «le vemos posibilidades pero no está en la línea de…» o bien «quizá si reescribieras el comienzo dándole más fuerza a…» entonces ya puedo buscarme otro editor. No me importa, desde la noche que empecé a escribir como si estuviera loco tomé una decisión: seguir con mi novela aunque no interese a Alba, a su editorial ni a dios bendito. La acabaré en contra de la opinión de los demás, tanto si es buena como si no. Aunque argumenten con buen criterio que lo mejor que puedo hacer es dedicarme a otra cosa, no me hundiré por ello. Ahora ya no. Nadie tiene ahora el poder de apartarme de mi propósito porque encuentren el vocabulario demasiado oral (si es así lo corregiré sobre la marcha) si lo que me falta es estilo lo adquiriré a fuerza de releerme a mí mismo. Si resulta un lenguaje muy de la calle, ya lo enriqueceré página a página, párrafo a párrafo. A fuerza de leer y leer, escribiré y corregiré.

No pienso esperar a tener la preparación de Flaubert para empezar a escribir. Ni hablar. No tengo paciencia, necesito comunicarme con la misma inmediatez que escribo. Me da igual la valoración que hagan los profesionales del mundo editorial, yo voy a seguir escribiendo igualmente.


Es Alba.
––¿Lachosse?

––Hola ¿qué tal?

––Oye ¿cuánto tiempo has tardado en escribir las cuarenta páginas? –preguntó muy directamente.

––Seis días –le dije.

––¡Seis días! ¿En serio? ¿No tenías nada escrito antes?

––No, nada ¿te ha gustado? –pregunté expectante.

––Sí.

Se calló. Y me gustó su silencio. Sentí el efecto que había causado en ella.

––Y a mi jefe también. Lo he dado a leer a varios y ha gustado mucho –dijo.

––¿De verdad? –dije emocionado.

––Tienes los defectos típicos de los escritores noveles, pero tiene cura –dijo.

––¿Puedes pasarte mañana por la oficina? ¿A las diez? –preguntó.

––Allí estaré. Muchas gracias, oye, yo…
Ya había colgado.



¡Bingo! O sea que no será necesario hacer trampas ni tomar atajos, no tendré que recurrir a copiar pedazos de novelas de otros escritores ni nada por el estilo. Sólo he de procurar mejorar lo que escribo. Lo mío. ¿Defectos de escritor novel? Claro, tengo un montón, los tengo todos. He notado que cuando las frases me salen muy cortas y demasiado expeditivas, si intento darle solución intercalando palabras y sinónimos nuevos, me quedan artificiosas y se nota el relleno. Quito lo que sobra, pero queda muy corto otra vez y no alcanzo a decir lo que quiero expresar. Me decido por una explicación más larga y entonces corro el peligro de ser aburrido y apartarme más de la cuenta del pensamiento original. ¡Escribir es una movida!

Sin duda que la noticia era digna de saboreo pero el recuerdo de la tela que había de cortar de inmediato se impuso, quitándome la merecida satisfacción. «Ya lo celebraré más adelante. Lo primero va antes»


Mensaje a El Chupao: 15 min en bar Medinaceli trae casco.

Llamé a La Sevi.
––¡Sevi, guapa! ¿qué haces? –pregunté.

––Hola, niño ¿dónde te metes?

––¿Te va bien hacer un fundido hoy con una amiga? –pregunté– Trescientos para cada una. Es tranquilo. Media hora. 

––Sí, sí, claro que sí. ¿A quién llevo? –dijo contenta ella por ganar en una hora lo que le costaba engañar a un guiri toda la noche, y a veces, ni eso.

––La italiana aquella… la escandalosa –dije.

––La Tina. Vale, la llamo –dijo.

––En treinta minutos en el bar de Medinaceli. Arregladitas y con tacones –le avisé.

––Tú tranquilo, nene.

■ ……

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