1/10/10


■   ¿Por qué me resulta tan difícil encontrar el momento y el lugar para escribir aquello que, supuestamente, tanto deseo comunicar a los demás?

De pronto, en una cena con los amigos, recuerdo y me prometo empezar a escribir mañana mismo. Sin falta. Lo siento con todas mis fuerzas, con toda mi alma. Y estoy seguro que empezaré mañana, porque las ansias que siento en ese momento son las que he esperado siempre ¡por fin llegaron, ya están aquí!

No necesito nada más. El ímpetu que he esperado durante años ya lo tengo. Y llega mañana. Y no. ¡Maldito sea!

¿Será el día, la hora, la habitación? ¿Cuántas cosas he de ordenar en mi vida antes de empezar a escribir?


   Al día siguiente y, deprimido por mi falta de entusiasmo, pienso que quizá necesito más erudición para la literatura. Preciso más preparación para empezar la ardua tarea. ¿Por dónde tiro? historia, geografía, poesía, sí, eso es, cuando tenga los suficientes conocimientos sobre todas estas materias ya estaré preparado. Y entonces ¡sí que me vendrán las ganas! Ya me atreveré.

Vale, ya lo tengo. El primer tomo de Historia de la antigua Grecia me servirá. O, sino, Platón. La república de Platón. Eso es.


   A ver. Estos diálogos -de los que habla todo el mundo- son muy interesantes, sí. Es preciso conocerlos para ser un buen escritor porque todos ellos han hecho referencia, en un momento u otro de su obra, a las famosas conversaciones de Platón y aquel otro tipo que escuchaba y siempre le daba la razón.

¿Tengo que empaparme toda la literatura escrita a lo largo de estos siglos para convertirme en buen escritor?

Yo solo quiero contar la historia de un hombre de ciudad que le pasan cosas típicas de ciudad. De ciudad de ahora: drogas, restaurantes caros, coches de lujo, follar muy bien... todo eso.

Ya sé que si un centurión agrede a un panadero ello engendrará violencia en un futuro. Eso lo sabemos en mi ciudad hace dos milenios y, pese a saberlo, no hemos sido capaces de solventarlo. 



■ ……
 

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